Jeb, un perro de servicio de Michigan, estaba en el lugar y momento equivocado en agosto pasado cuando Vlad, un Pomeranian, fue encontrado muerto.
El dueño de Vlad, Christopher Sawa, encontró a Jeb de pie sobre el cuerpo sin vida de su perro, y asumió que Jeb lo había matado. Así que convenció a la corte de St. Clair de eso. “No tengo otra opción que seguir la ley estatal y poner a dormir al perro”, dijo el juez Michael Hulewicz “No me gusta hacer esto, no me gusta en absoluto.”
Pero los dueños de Jeb, Penny y Kenneth Job, sabían que no había manera de que su gentil perro fuera un asesino, y estaban decididos a salvarlo. Y no sólo porque amaban a su perro, sino que también confiaban en él.
Kenneth, un veterano de la Fuerza Aérea de 79 años de edad con una enfermedad neurodegenerativa llamada Charcot-Marie-Tooth usa a Jed para ayudarlo caminar. Así que la pareja pidió que se hicieran pruebas para probar que el ADN encontrado en la herida de Vlad no era de su perro.
Para esto, los expertos tomaron pruebas del cuerpo de Vlad, y del interior de la boca de Jeb. Las muestras fueron enviadas al Centro de Medicina Forense de Maple en la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida.
Finalmente, el 24 de octubre llegó el veredicto: “Jeb no es el perro que mató a Vlad”, escribió la analista de ADN, AnnMarie Clark. “Nos sentimos aliviados”, dijo Penny. Una semana después, Jeb pudo regresar a su hogar y seguir viviendo junto a su familia. Las autoridades todavía buscan al asesino de Vlad.
Fuente: New York Post