Craig Grossi llegó a Afganistán en helicóptero de noche. Cuando salió el sol, los combatientes talibanes atacaron su unidad, y Craig pasó días tratando de mantenerse con vida. Finalmente, los enfrentamientos cesaron y pudo recorrer la zona. Justamente vio a un perro que se convertiría en su mejor amigo (pero aún no lo sabía).
La mayoría de los perros de la zona no tenían hogar, andaban en manadas y solían ser agresivos, pero este perro parecía diferente: estaba solo y parecía ser autosuficiente.
El problema era que los militares tenían prohibido acercarse a los perros. Pronto se hizo evidente que Craig no sería capaz de seguir la regla. Se acercó cuidadosamente con un trozo de comida. Notó que el perro estaba muy sucio y cubierto de insectos. A pesar de ello, el perro aceptó las caricias de Craig.
Craig se levantó y comenzó a alejarse, y uno de sus amigos al otro lado del lugar gritó: “Parece que hiciste un amigo”, pero Craig oyó: “Parece un “Fred” (parecido a friend” en inglés). Y así fue como lo bautizó.
Fred comenzó a acompañar a los soldados durante las búsquedas nocturnas y se portaba muy bien. Ni siquiera ladraba. Pero entonces llegó la hora de partir y Craig pensaba en qué hacer con Fred. Así que lo metió en una bolsa de lona para que pasara desapercibido durante el viaje en helicóptero: “Si me pillaban con él, me habrían metido a la cárcel. Y a Fred lo hubiesen abandonado”.
Cuando llegó a la base, Craig puso al perro en un auto de sus amigos y en el camino se bajó en una tienda de envío de paquetes. Lo llevó allí con la idea de enviarlo a sus propios padres mientras él cumplía sus obligaciones militares. Pero no tenía tiempo para el papeleo y los trabajadores del lugar dijeron que cuidarían a Fred mientras él regresaba.
Craig tardó más tiempo en volver de lo que creía, pues sufrió una lesión cerebral cuando fue golpeado durante la guerra. Regresó tarde, pero allí estaba Fred.
Craig encontró a un veterinario que estaba dispuesto a examinar a Fred para darle los formularios para el viaje. Sin embargo, Fred no tenía cajón para viajar y Craig no podía encontrar uno, hasta que un amigo que cuidaba a los perros militares le dio una caja de repuesto.
Fred llegó al aeropuerto de JFK en Nueva York, y la familia de Craig lo recibió allí. Tres meses más tarde, Craig llegó a casa para reencontrarse con Fred.
En 2015, Craig y Fred viajaron por Estados Unidos durante 8 semanas, de costa a costa, contando su historia a cualquiera que estuviera interesado. Y actualmente Craig escribe un libro sobre el rescate de Fred: “A todos los sitios que viajamos conté esta historia y la gente siempre amó diferentes partes sobre ella, por eso ahora la escribo.”
Fuente: The Dodo