Una mujer que sufrió por más de 14 años violencia de género y cuyo hijo también sufrió los estragos de esas acciones, cuenta cómo su vida cambió cuando una perra entrenada entró en sus vidas. La llegada de Lua marcó un antes y un después en la historia de esta familia.
A sus 21 años ella conoció a un chico que parecía perfecto. Pero en tan solo días, se volvió una relación tormentosa en la que ella recibía palizas. Lo aceptó durante años, incluso tuvo un hijo tras 11 años de convivencia en ese ambiente violento. Pero el día que ese hombre intentó matar al niño, ella supo que su vida tenía que cambiar.
Tras soportar 14 años de vejaciones y heridas, ambos huyeron de casa y pasaron una larga temporada en el hospital. La justicia y organismos los acompañaban, pero no era suficiente. Hasta que conocieron a Fernando Soleto, impulsor del proyecto ESCAN, una terapia asistida con perros adiestrados para mujeres y menores víctimas de violencia machista.
Después de pasar por los trámites correspondientesempezaron a entrenar a una perra de 3 años proveniente de Alicante. Fernando la entrenó para que en caso de agresión, identificara y tumbara al maltratador para que la víctima tuviera tiempo de huir y avisar a las fuerzas de seguridad.
“El día que conocí a Lua, una perra pastora alemana de pelo largo, me impresionó mucho. Sentí una mezcla de respeto y de miedo. Tenía mucha potencia, una fuerza increíble y una mirada penetrante“
Al principio fue difícil, pero una vez que Lua aceptó entrar en la vida de la madre y el hijo, sus vidas cambiaron: “Lua me fue aceptando y cambió la mirada amenazante por la de cómplice. En mí también se produjo una transformación. Nos empezamos a querer y despertó un sentimiento que nunca pensé que volvería a sentir por nadie aparte de por mi hijo (y mucho menos por un perro). Fue cuando me di cuenta de que no solo sería nuestra protectora, también se convertiría en nuestra mejor amiga y entraría a formar parte del núcleo familiar“.
A partir de allí el miedo se fue disipando, ya no vivían en el encierro y con las cortinas cerradas todo el día en casa. Lua los acompañaba en sus paseos al parque y pasó a formar parte de la familia. Los ayudó a socializar, abrir puertas al futuro y cerrar las de ese terrible pasado.
“Como superviviente os aseguro que se puede salir. Lua dio su vida por nosotros después de dos años; murió haciendo su trabajo. Con ella aprendí a vivir y a no conformarme con sobrevivir, a no bajar los brazos y a no rendirme. Y lo más importante, a volver a tener esperanza junto a mi hijo para el día de mañana. Ahora tenemos un bellísimo pastor ovejero alemán de pelo corto y seguimos construyendo una vida normal, sin miedo.“
Fuente: Verne