Cuenta un veterinario que un día una familia integrada por mamá, papa e hijo de seis años llegaron a su consultorio con su perro de diez años de edad llamado Belker. La familia entera era muy allegada a Belker y esperaban que un milagro lo salvara.
El veterinario examinó al perro, encontrando que éste estaba muriendo de cáncer, por lo que recomendó a la familia la eutanasia como el mejor modo de evitarle más dolor a Belker. Tanto mamá como papa pensaron que sería buena idea que su hijo observara el procedimiento y le dejara algún tipo de experiencia o aprendizaje.
El día había llegado y la familia estaba rodeando a Belker, dando el apoyo y amor para pasar más fácil este amargo trago; su hijo acarició al perro consciente de que sería la última vez. Parecía que el menor comprendía a la perfección lo que sucedía y lo asimilaba mejor que nadie, la familia lloró por un rato junto a Belker, quien ya había quedado dormido por la inyección.
De pronto el niño dijo en voz baja -“Se por qué…”, a lo que los padres voltearon a verlo con gran escepticismo. El pequeño continuo diciendo:
“Las personas nacen para aprender como vivir una buena vida, como amar a todos en todo momento y ser lindo con ellos, no?”
y el niño continuó….
“Bueno, los perros también saben como hacerlo, pero ellos no necesitan tanto tiempo como nosotros para lograrlo, y es por eso que su vida dura tan poco” 🙁
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